Emocionante
y luminosa película en la que se retrata la rutina diaria de un trabajador de
los aseos públicos de Tokio a la vez que se fotografía dicha ciudad en relación
al tránsito cotidiano de su protagonista, aportando una imagen de la misma
alejada del cliché turístico… salvo el Skytree, moderna torre que forma parte
del recorrido urbano del trabajador.
Hirayama
nombre del trabajador interpretado impecablemente por Koji Yakuso, parece feliz
con sus vida de limpiador de retretes y sencillas rutinas. Vive solo, se
levanta y riega las plantas con pausa, se afeita, se pone el mono de trabajo,
de la repisa coge las llaves, algunas monedas sueltas para el café de la
máquina, pero nunca el reloj, se sube a la furgoneta y escucha música en cintas
de casette mientras alza su vista a Tokio y su Skytree (árbol del cielo): The
Doors, La Velvet, Patty Smith, Ottis Reeding, Lou Reed, The Kinks, Van
Morrison, Nina Simone… una excelente selección de buen gusto musical.
Limpia
las cabinas con excesivo y delicado esmero… al medio día come sentado en el
mismo banco del mismo parque-santuario, hace fotos a las copas de los árboles y
a las sombras con su cámara analógica, por la tarde acude a los baños públicos,
al mismo bar a cenar y de vuelta a casa lee. Nunca habla. Parece más un
observador externo de la realidad que un actor de la misma.
Las
acciones se repiten durante la primera parte del metraje de forma sosegada, no
se necesita mucho más para el disfrute visual y sensorial, pero… las citadas
rutinas no cuadran con el estereotipo del trabajador de dicho sector. Se intuye
un pasado diferente que se pincelará sin descubrirse a lo largo de la
narración, que tiene su punto de inflexión precisamente cuando aparece en su
casa una sobrina que se queda unos días. La rutina se altera, pero no se rompe…
comienza a hablar, poco.
Extensamente
minimalista, salvo en el último tramo, más convencional por dictado de un guión
en el que algo tiene que ocurrir, los personajes secundarios ofrecen un
necesario contrapunto: su joven, divertido pero alocado y comprometedor
compañero de trabajo, la novia de éste, la propia sobrina… y la camarera de un
bar al que acuden en su día libre, que también es objeto de rutina semanal: en
este caos sí coge el reloj de la repisa, monta en bici, lava la ropa…
Dos
momentos inducen a imaginar lo que no se muestra: el pasado algo más explícito
aunque sin detalles con la llegada de la madre de su sobrina para recogerla con
quien conversa, y el presente, de forma más velada, con la llegada de un hombre
relacionado con la camarera y con quien el protagonista también conversa. Ahí
queda.
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