El
músico de Missouri apareció con puntualidad en una sala expectante y a rebosar,
para presentar su último trabajo Orzak
ese en el que como el mi
smo explicó a los presentes (tras la evocadora “Don’t stop” ), recorrerán con él los paisajes de su lugar de origen, el que da título al disco… y es que Nash es de esos pocos que en directo se apoya entre canciones en un discurso propio, interesante y necesario incluso para seguir mejor la actuación en formato conceptual: el amor a las personas presentes y pasadas, a la tierra (la mesetas de su tierra natal), a los entes espirituales…
smo explicó a los presentes (tras la evocadora “Don’t stop” ), recorrerán con él los paisajes de su lugar de origen, el que da título al disco… y es que Nash es de esos pocos que en directo se apoya entre canciones en un discurso propio, interesante y necesario incluso para seguir mejor la actuación en formato conceptual: el amor a las personas presentes y pasadas, a la tierra (la mesetas de su tierra natal), a los entes espirituales…
…y
es que como hijo de predicador que es, tiene una doble y antagónica capacidad,
la de parecer distante y a la vez cercano, con el aura que le da su presencia
taimada por un lado y la complicidad con la que trata a su público por otra. Así
fue esta liturgia de psicodelia folk a la que se unieron los espíritus de Tom
Petty y sus ‘shalalalala’ y ‘ohohoho’ en “Orzarek” y “Shadowland”, de Dylan y
su It's All Over Now, Baby Blue en
“Woman at the Well”, Beatles y los coros finales de su Hey Jude en “Rexanimarum” y ya en el bis… tras un alarde de elegante rithmanblues de
aire melódico que sonó a Fleetwood Mac “Firedande” flotó en el ambiente Neil
Young en la explayada final de concierto de “Rain Plains”, que sonó a su
particular Down by The River en duelo final entre Eric Swanson (pedal steel y órgano) y Curtis Roush (guitarra), este último con bastante protagonismo a lo
largo de la noche. También “Mansions” sonó a desatado delirio eléctrico.
Antes de eso
Nash había transitado por la senda de las emociones a medio tiempo con la
clásica “Baltimore” la épica guitarrera de “Pieces”, “Rolling on” acompañado
solo por el piano y la íntima “Lost América” en cuya presentación mencionó a
los que volvieron de Vietnam, pero sus mentes no regresaron nunca de allí. Nash
demostró una vez más que en directo sus canciones alcanzan otra dimensión, crecen
en energía y volumen y desbarran en medida orgía eléctrica, la necesaria para
llevar al respetable a terrenos intermedios de placentera contemplación
auditiva.
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