La directora británica se basa en experiencias
propias para narrar la relación de un padre y una hija partiendo de recuerdos
difuminados entre lo real y lo ficticio bajo la inevitable distorsión de la
memoria La historia se sitúa en los años 90’ en un complejo vacacional un tanto
decadente de Turquía en el que una niña de once años y su joven padre pasan lo
que parece ser unas vacaciones forzadas. La relación entre ambos es afectuosa
pero algo distante. Las preocupaciones de la hija en cambio se vislumbran en un
futuro cercano lleno de dudas preadolescentes.
El padre se muestra cercano pero
inseguro y se intuye, al margen de una separación sentimental, un pasado
convulso que no parece cerrado del todo, y un futuro incierto, pues en varios
saltos temporales hacia adelante, la hija ya adulta, reconstruye dicho verano recuperando
viejas filmaciones familiares que testifiquen la realidad y confirmen la personalidad
de un padre… del que el espectador, pero no la hija, es testigo del sufrimiento
padecido ese lejano verano en los momentos de nocturna soledad. Narrada con
pausa con tacto y sensibilidad, bajo una atmósfera mágica pero inquietante en la
que se mezclan fantasmas del pasado con incertidumbres futuras. Lo imaginado y
lo real como paradojas sujetas al capricho de la memoria.
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