La nueva ola de cine rumano sigue mostrando
desde lo local, una certera visión global de los actuales problemas xenófobos,
en esta historia cuyo título hace referencia a las siglas de Resonancia
Magnética Nuclear y a las consonantes de România. La película expone de forma sencilla y muy
directa la intransigencia frente a los otros que, curiosamente se produce entre
minorías o incluso en personas que las sufren en otros lugares.
En un pequeño
pueblo de Transilvania se asientan diversos grupos étnicos: rumanos, húngaros o
alemanes, la convivencia es pacífica, pero todo se desmorona cuando la fabrica
que articula económicamente la región -una panificadora- ante la falta de mano
de obra local, decide contratar trabajadores bangladeshíes. A partir ahí, los
miedos se desatan en fobias ocultas entre vecinos, retroalimentándose hasta la
sin razón. Memorable la escena sostenida en un largo plano fijo en la que el
pueblo se reúne en asamblea con los representantes de la fábrica para exponer…
no sus ideas, sino su ira. Gran momento que retrata sociológicamente la
condición humana en sus comportamientos colectivos. Cine social bajo un simbólico
y siempre presente marco natural –el bosque y los osos– que otorgan un aire mágico a la historia, sin
por ello desviarse de su objetivo de denuncia.
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