El
premiadísimo director en esta
nueva película rondando los 80 años y en el ocaso de su carreara
cinematográfica, se gratifica así mismo con una pseudo-autografía de su infancia y
juventud. Ambientada a finales de la década de 1950 y principios de los años
60, un niño Sammy Fabelman, descubre un incómodo secreto familiar que le dejará
bloqueado y casi perdido para continuar con su pasión contar historias y
grabarla en forma de películas caseras… no se destripa nada contando que
precisamente, esta enfermiza afición será la que canalice su frustración y le
forje una personalidad que… por otro lado y como refleja la película no es
diferente a la del resto de mortales. Traslados por diferentes ciudades,
adaptación a nuevos compañeros de clase y diferentes estilos de vida, la
adolescencia y primeros amores.
Bien
narrada y técnicamente intachable, no es cuestión ahora de descubrirlo como
cineasta, son las bazas con las que consigue que el visionado de sus 150 minutos de duración
no se haga espeso, todo fluye sin sobresaltos… un poco de la forma que ha ido
mostrando su filmografía del director, con momentos sobresalientes, otros menos
y algunos totalmente olvidables… y es que Spilberg tampoco aquí e sale del
guión marcado por unos pasos dirigidos para un tipo de espectador… a la manera
de Hollywood como no, pero le falta el riesgo que si ha mostrado en algunos
momentos de su carrera.
Complaciente
y con el piloto automático sabe manejar las emociones como nadie, pero en
muchos momentos se deja llevar por su versión edulcorada de fácil acceso y
aprecio para llenar taquillas. En esta película hay varios ejemplos de ello…
las escenas de la familia en fin de semana de acampada… esa escena del baile y
algunos momentos del protagonista en el instituto… a lo ‘high school’ facilón,
pero también de lo contrario, emociones nada explicitas, taimadas y contenidas…
los conflictos internos de sus padres, la presencia de la figura de un muy amigo
de la familia tratado como ‘tío’ No falta tampoco un punto de humor ácido
característico de su obra… aunque también a veces estire demasiado la broma en
las escenas de una novia ultracatólica.
Luces
y sombras en esta buena película aunque con peros… que es además un homenaje al
cine y como tal, la cinta funciona bastante mejor, sobre todo al principio, con
la obsesión del ‘spilberg’ niño por ver y filmar los trenes chocando y
descarrilando y al final, con un encuentro entre el joven ‘spilberg’ y un viejo
John Ford cargado de cinismo por parte del segundo en una gran escena de
despedida.
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