Se reaviva la llama de la Emperatriz del Blues.
Un legado que durante mucho tiempo, sobre todo tras su muerte, estuvo oculto
bajo una anónima lápida hasta que recuperó su memoria gracias a donaciones
particulares -Janis Joplin entre unas pocas-. Un final que refleja lo que fue
una dura vida en la que sobrevivió con su talentosa voz en un ingrato contexto
de miseria y racismo en las primeras décadas del pasado siglo.
Es a la vez un
recorrido por el contexto económico social; Felices 20’ y Gran Deperesión del
30’ Caída y auge que determina en parte
el éxito y decadencia comercial, que no artística de Bessie. Esto y mucho más
lo cuenta Kay como niña adoptada negra en la lejana y blanca Edimburgo de los
70’ que se fijó en ella un referente para lidiar con su propia identidad. A
falta de algunos datos biográficos o fiables, la autora utiliza la ficción,
junto a pormenorizados datos objetivos, para reconstruir su trágica muerte y la
rocosa personalidad de la artista: violenta, alcohólica, generosa en el amor y
el dinero, que no pudo o quiso escapar de un marido que la dominaba
brutalmente. Turbulentas y cambiantes relaciones en una vida nómada de
carretera que muestra con pelos y señales el racista sur y por encima de todo, sus
blues en cuyas letras Bessie cuenta y canta su historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario