En
viernes de bastante actividad musical en la capital, una de las opciones era la
del concierto ente amigos, en garito pequeño, con buen sonido y sin apretones,
de los de estar delante del músico y verles los pies. Para ello la
treintagenaria sala Siroco resultó el escenario ideal para disfrutar de la
veintegenaria banda Stay. Unos pocos afortunados eligieron esta acogedora
opción en la que los barceloneses presentaban nuevo single «Ican’t hear the
grass now» cuyo título responde a la canción titular de la cara A una versión
de la banda británica The Move que la grabó originalmente en
1967, acompañada en la cara B por «Get going» una versión distinta al original
parecido en Old songs of modern music su disco de hace año y medio.
Comenzaron
como bien saben hacer, con sencillas pero preciosista melodías de guitarra y
excelentes armonías vocales al servicio de la canción pop. Con la Fender de
Joan y la Rickenbacker de Jordi recreando luminosos paisajes sesentero… entre
los que, tirando de discografía excelsa se colaron reconocibles sonidos de pop
en su versión ‘british de los 90’ «Smiling Faces» y de biteliano viaje
lisérgico «I Feel You
Around (Kashmir Reflection)», además de garaje primitivo «Sweet leather» con el
Farfisa de Israel lanzando chispas, y es
que anduvo toda la noche enredándose entre las guitarras psicodelicas y las más
progresivas.
El single se hizo esperar
aunque previamente había sonado la rítmica y coreable «Get going», finalmente y
como chispeante himno sonó «I can’t hear the grass grow» con intercambio de
instrumentos entre teclado y guitarra y Jordi con una guitarra de seis cuerdas…
y finalizar con una explosión de ruido y distorsión por todo lo alto, «The world is in our hands».
Como
teloneros el quinteto madrileño Dead by Southwest, presentó las canciones de su
estreno discográfico, The Juniper Album, una buena propuesta de sonidos entre el
‘americana’ y el blus pantanoso con algunas canciones río que fluyeron entre
desarrollos de guitarra fangosa , «Hitchhiker for love». Los ritmos sonaros sobrios
con las dos eléctricas compartiendo protagonismo
y agitado nervio, más una acústica en algunas canciones que aportó matices de
rock sureño «Last time of Temple dark» y de brioso rihmanblues al final de la
actuación: «Eveyvody’s dream» y «Blue
Eye Mafic»
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