Ante un público repartido entre gente
del sur, y gente de la central urbe, el jerezano presentó las canciones de ‘A
fuego’ su segunda incursión a modo de disco en la tradición popular andaluza:
coplas, fandangos, bulerías, alegrías… que Dani interpreta de forma muy
particular, impregnado de los sonidos eléctricos con los que ha crecido como
músico.
Una actuación que se pasó volando, y es
que al margen de las canciones, la noche fluía entre comentarios, datos,
anécdotas y algún que otro chascarrillo que… desde el escenario Dani contaba
con fines didácticos sobre los distintos palos del flamenco en los que se
inspiraba cada canción; y que tocaron como comentó, sin vergüenza, y en algunos
casos muy a su manera.
Palos al margen, las canciones
funcionaron en su formato rock con banda al completo, con las dos eléctricas
como protagonistas junto a la voz de Dani que se esforzó en los tonos más
exigentes, dotando de trascendencia un repertorio interpretado con respeto…
sintiendo lo que cantaba, muy metido en las historias, tanto individuales «Romance de Juan García», como
colectivas «Caulina», que sonaron honestas y sentidas.
Emocionantes también «Ya no siento los golpes» o «El mundo es un desengaño»
Musicalmente más extrovertidas brillaron
«Fui piedra» y «Fandangos de la libertad» del su
anterior disco ‘La verdad’ del que curiosamente se “olvidaron” de la
estimulante canción que le da título, como también de la imprescindible «La ley» del disco a presentar… y
deslumbraron instrumentalmente con la emocionante y acelerada «Que bien me suena tu nombre», que ya cantó en el pasado siglo José Menese dijo Dani. Entre canciones y explicaciones, Dani afianzó, de
forma explícita y no solo con sus canciones, su compromiso antifascista, firme,
pero en tono desenfadado sin perder la
sonrisa, para despedirse agradecido de
ver caras conocidas y sobre todo muchas no conocidas.
La Joya abrió el concierto. El proyecto formado por Manel M. Hontoria y
Ricky Lavado, experimentados en múltiples batallas musicales: Standstill, Nudozurdo,
Egon Soda, The New Raemon… solventaron con creces el difícil reto de ver como
la sala acogía poco a poco a un público que no era el suyo, pero que supo
apreciar esta propuesta siempre complicada de formato guitarra y batería, más
aún si de instrumentales se trata, como era el caso. Postrock de riffs sucios y
punteos afilados con torbellinos de distorsión y ruido que se alternaron con
momentos de calma oscura con los que la gente se fue acercado con curiosidad al
escenario.
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