Diez personas coinciden en las
clases de actuación que imparte un misterioso profesor. Los alumnos que forman
su peculiar grupo tienen una cosa en común: son unos inadaptados, no encajan en
su entorno, y están desesperados por cambiar lo que les sumergirá de lleno en
las enseñanzas del inquietante maestro les exigirá una entrega cada vez mayor
según avanzan las sesiones. Un teatro frío en el que más que personas parece
que actúen impersonales autómatas a partir del cual, el autor retrata con
brillantez la alienación de los seres humanos.
Una metáfora que parte de la
quiebra moral de la sociedad norteamericana de la postverdad, para hacerse
extensible al resto del mundo. Páginas y viñetas perturbadoras e intrigantes en
su forma: esquemática y repetitiva, con figuras estáticas, poco perfiladas y
sin apenas movimientos. Incluso con personajes de rasgos muy parecidos que se
mueven en espacios interiores diáfanos y exteriores agorafóbicos…
…todos ellos en colores vahídos de
tonos grisáceos. Es difícil en algunos momentos distinguirlos quizás como
reflejo de esa estandarización social que nos aísla como simple masa ciudadana.
Las escenas se suceden de forma lenta incluso mórbida plasmando con acierto el
aislamiento y miedo escenificado en esta especie de farsa en la que se mezclan
además fantasía y realidad, lo que permitirá al lector abrir posibles
interpretaciones. Parece que no pasa nada aunque las páginas pasan, 267 en
total, y aunque no parezca llegarse a conclusión alguna, va dejando poso, para
ser una de esas agraciadas obras que se disfrutan después de haberlas acabado,
incluso pasado algo de tiempo, entre el leve y extraño recuerdo de lo visto y
leído.
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