El holocausto nazi ha sido ampliamente filmado a lo largo de décadas de cine y es ya difícil sorprender. La escenografía y las diferentes formas de afrontar psicológicamente la tragedia por parte de los protagonistas nos es reconocible. Existe además un generalizado y ejemplarizante conocimiento de esta barbarie. Sorprender no pero, se valora afrontarlo con un punto de vista diferente, como es el caso.
La lucha por la supervivencia en un campo de concentración bajo un enfoque que invita a adentrarse en la trama, en la que un judío salva la vida al hacerse pasar por persa. Paradójicamente un oficial quiere aprender esa lengua, pues fantasea con un excéntrico futuro en Irán. Guilles (Nahuel Pérez) se inventa una lengua que desconoce y Koch (Lasrs Edinger) se deja enseñar, siempre bajo la sospecha del fraude ¿consentido?
Metáfora de una relación en la
que ambos parecen entenderse más allá de la falta de humanidad que les rodea y
es ahí donde la cinta encuentra su espacio, en los personajes. Especialmente en
el ambiguo Koch cuya apariencia no muestra lo que es (o lo que parece ser u
ocultar), en lucha interna con una identidad poco definida que marcará según
ánimos el fortunio o infortunio de un prisionero en psicológico estrés al tener
que memorizar su invención hasta el infinito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario