Ángel (Miguel Herrán) trabaja en el taller y
Estrella (Carolina Yuste) de día en la peluquería y de noche sirviendo copas.
Arraigados en un barrio degradado del
extrarradio, sus vidas recuerdan a los personajes que cantara Víctor Coyote
o que filmara Eloy de la Iglesia en el cine quiqui de los 80’ que se inspira
esta trama al menos en su inicio. Adaptándo el lenguaje, moda y música que
marcan a parte de la juventud actual: jerga poligonera, chándal y perreo,
contrasta sin chirriar con el lenguaje legislativo-financiero, traje y coctel
con el que interactúan sus protagonistas, una banda de butroneros en la que
Ángel aspira a volar alto.
Es ahí donde la trama deriva hacía el thriller
policial con ramificaciones socio-políticas que los acercan, tanto por
contenido como por estética (impecable), a los films de mafiosos de los 90’
¿Scorsese? Espectaculares imágenes de un Madrid cenital y nocturno que acentúa
su protagonismo como glamuroso símbolo de éxito social frente a los barrios de
clase media y periferia obrera plasmados con anodino realismo. “Los quinquis
delinquían para sobrevivir, Ángel lo hace para posicionarse y ver la vida desde
las alturas. Lucha de clases que, en su interior no se resuelve, atrapado entre
vivir con la élite o vivir con Estrella.
La condición humana.
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