19 enero 2020

CHRISTINA ROSENVINGE (17-1-20) INVERFEST Joy Eslava - Madrid

Nada más salir a escena, la propia Christian corroboró  con sus palabras lo que ya pensábamos. La noche sería especial nos advirtió, pues se cerraba un ciclo, el correspondiente a la presentación de su disco "Un hombre rubio" (2018) que se inició hace casi dos años en la misma sala. En una de sus constantes intervenciones agradeció a los que estuvieron antes... y también ahora, un tanto sorprendida por la expectación creada y la animación previa bajo el paraguas de un aforo completo. 

Comentarios entre canciones siempre  interesantes, instructivos, necesarios... con los que involucró a sus seguidores, compartiendo sus reflexiones con respecto a ellas: su creación, sus destinatarios... los cómos y porqués... en definitiva, nos presentó con palabras y canciones su autobiografía artística: como habían evolucionado desde que las interpretó por primera vez, como muchas de ellas igual que vuelven se van en futuros repertorios, la sensación de ser la última vez que las tocaba todas juntas (interpretó las nueve que forman el disco) pero también de su autobiografía vital: los recuerdos de infancia, las relación y recuerdo de su padre, los hombres que pasaron por su vida...  Se expuso sin tapujos, pero con elegante naturalidad ante un público curiosamente intergeneracional.

Comenzó enérgica con "Niña animal" en un duelo de guitarras y teclados que en el estribillo recordó a la "Love & Communication", canción que Chan Marshall (Cat Power) grabó como cierre de su disco The greatest en 2006, ¿velada influencia o guiño explicito...? ahí queda... para continuar con "El pretendiente" con ella aún atacando unos teclados muy setenteros. Con "Berta multiplicada" se colgó la guitarra para rendir homenaje a la activista feminista y medioambiental hondureña Berta Cáceres asesinada cuatro años atrás, para continuar con uno de los momentos más emocionante al interpretar ese ensueño nostálgico que es "Jorge y yo" y aunque pueda parecer extraño sonó muy Velvet. Del disco que la incluye "La joven Dolores" también se acordó de la juguetona y a la vez evasiva "Mi vida bajo el agua".

En "Ana y los pájaros", presentadas por la madrileña como la canción sexy, se despojó de instrumentación, demostrando su capacidad de crear melodías emocionantes con poco más que una guitarra, unos sutiles arreglos y su voz. "Pesa la palabra", "Romance de la plata", "La flor en la vía" y "Afónica" eran presentadas por Christina mientras intercalaba algunas de las canciones que formaron su penúltimo disco "Lo nuestro" (2015): "Romero y los demás" que había interpretado antes, sonó un tanto diluida tras el impacto de "Jorge y yo", algo muy diferente a como sonaron "La muy puta" un recitado tenso y susurrante y "La tejedora" una melodía tensa también y en caso oscura en las que Christina mostró su vena interpretativa más procaz. En la primera gateó y reptó  el borde del escenario con mirada provocativa y en la segunda asustó incluso, llevando su voz hasta el extremo del alarido más trémulo. Dos grandes momentos para acabar.

En el bis, la que faltaba del último, "La piedra angular" melodía que evocaba canciones pasadas como por ejemplo "La absoluta nada" que le sucedió, para finalizar con un truculento sonido que anticipaba triunfalmente la esperada "Anoche" (el puñal y la memoria) cantada por un entusiasta coro general. Memorable despedida.  
  

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