Quinta
edición del autodenominado festival para animales de ciudad que crece y se
consolida con un cartel que no le tiene nada que envidiar a los grandes. Dos días
plenos, con todo vendido en este espacioso parque urbano, con escasas
aglomeraciones y de buena accesibilidad, visibilidad y acústica en general, más
cómodo y amplio en el escenario principal y no tanto en su escenario secundario
(al menos en las actuaciones de noche) estrecho y largo, aunque muy arbolado y
con césped a los lados (más disfrutable para los conciertos de tarde). Aún con
el riesgo de algún aguacero, que este año no apareció, las fechas son perfectas
para disfrutar sobre todo de los conciertos de la tarde, en los que la luz de
mayo juega con la escenografía musical.
La
jornada comenzó para ECDS a mitad de concierto de Niña Coyote eta Chico
Tornado, el dúo donostiarra aceleró la tarde a base de rock crudo y directo
surgido del destartalado sonido de su incansable baterista Úrsula Strong y de
la frenética guitarra del peleón Koldo Sore, presentando la sanciones de su
último disco ‘Aitzstar’ en el que abandonan el inglés para pasarse al euskera.
El escenario grande es un auditorio
en forma de teatro griego cuya "orchestra" comenzó a presentar un
buen aforo, cubriendo las dos terceras partes en las que la declinación del sol
permitía la sombra. Los allí congregados esperaban a Ángel Stanich, que
avalado por las buenas canciones de Antigua y Barbuda, país que da título a su
último disco y cuya bandera vestía el teclado, y por una banda bien conjuntada,
ofreció un notable concierto que inició con "Escupe fuego“ y finalizó con
"Mátame camión", destacando además las citadas, las cadencias
templadas y algo psicodélicas de "Un día épico", "Hula
hula" o "Más se perdió en Cuba".
Mientras la mayoría de la gente
estaba viendo a Las Odio, una de los sorpresas del día fueron Los Estanques
que a pesar de actuar en el tercer escenario, un pequeño recinto en un extremo
de las gradas en el que el sol deslumbraba de lleno a los asistentes, y además
de sufrir iniciaos problemas de sonido, ofrecieron un versátil y virtuosas
repaso por los sonidos que van desde la psicodelia rock, al free jazz pasado
por el pop lisérgico y el funk con asombrosa solvencia, como así mostraron en
"Clamando el error" la canción que da nombre a su última referencia
discográfica. Muy buena actuación.
Triángulo de Amor Bizarro, en
un cada vez más concurrido escenario principal y extrañamente aún en
horario de tarde, apabulló con su habitual potencia sónica y aunque presentaron
un par de canciones nuevas parecieron ir con el piloto automático, quizás por
estirar un repertorio nutrido en exceso de su ya lejano 'Baile sumeria'
alargado por el Ep 'Oh Isa'. En todo caso canciones como "¿Qué hizo con
ella cuando la encontró?", "Baila sumeria" o "Barca
quemada" fueron garantía para solventar una actuación que quizás y dadas
las circunstancias podría haber tirado de repertorio escondido u otras hit
lejanos que si sonaron como "El fantasma de la transición" o "De
la monarquía a la criptocracia" con la que cerraron.
Hubo que hacer un descanso con Cala
Vento para afrontar el segundo tramo de la jornada ya de noche, que
comenzó en escenario principal con Cigarrettes After Sex y una actuación
que no conectó con el público y en el que los texanos tampoco parecieron
encontrarse a gusto, el propio Greg González parecía incluso molesto por
momentos. Desubicados en una hora y sobre todo en un espacio poco propicia para
el susurro de sus melodías, quizás debieron intercambiar horario con la banda
gallega que había actuado en el mismo escenario en horario de tarde aún. Por
mucho que intentaras encontrarles el momento... no hubo manera, ni en la íntima
comodidad que ofrecía el graderío a esas horas.
La noche la arregló una propuesta
que de inicio parecía arriesgada para este festival pero no para ECDS que sigue
puntualmente sus últimos directos (el
del pasado año y el
de hace ya tres). Los californianos Wooden Shjips, viejos conocidos
que encabezados por Ripley Johnson ofrecieron un vibrante viaje de
reverberaciones en bucle por la psicodelia progresiva, el rock espacial y el
krautrock más ruidoso, bien recibidos por un numerosos público en el segundo.
Sorprendieron a los no iniciados con una adictiva dosis de recorridos
ascendentes de guitarra y teclados que rompía Ripley con afilados y ruidosos
punteos.
El cartel en sus letras más grandes
lo cerró esta noche Beach House y aquí sí, el vínculo emocional se
estrechó entre un público entregadísimo y una banda comprometida. Abrieron con
"Levitation", pero no cayeron en la tentación de abusar del drema pop
sedoso en el que se luce la voz de Victoria Legrand, aunque tampoco
hubiera importado, dando espacio al ruido en las guitarras de Alex Scally en
"Whises", pero también en los teclados en "Lemon glow" y la
bateria en "Dark spring". Cuidada y efectiva escenografía en el que
las luces mantenían a los músicos entre sombras y siluetas distorsionadas,
jugando con los colores y acentuaban su anonimato Las emociones se
desbordaron con la catarsis de sonido en que se convirtió "Dive" para
cerrar una actuación en el que los propios artistas agradecieron la gran
acogida recibida, reflejado en una visiblemente emocionada Victoria. Un cierre
de jornada conmovedor.
Con la mayor parte del público en
emocionada retirada... difícil papeleta para proyecto de Chaz Bear que
firma como Toro y Moi, que recogía el testigo para que los noctámbulos
continuaran con una buena dosis de funk electrónico y divertido a base de
ruidosas y efectivas cajas de ritmos que hicieron bailar de lo lindo y para
agotar las fuerzas para ver a Digitalism.
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