Pablo presentó su último disco 'Predación' en una tibia tarde-noche de
agosto en su ciudad, Gijón ante un público variopinto entre los que se distinguían
claramente los seguidores de su obra y los que... pasaban un rato de
Semana Grande al abrigo de su Plaza Mayor.
Tanto a unos como a otros, nos embaucó con las fantástica y descarnadas historias
entre la realidad y la ficción, no solo con sus canciones, sino con sus propios
recuerdos infantiles acontecidos no lejos del lugar en el que nos encontrábamos,
y que nos iba contando entre canción y canción. Sedujo con su voz, entre el
recitado susurrante y la agitación tomentosa, acompañado en esta ocasión por la
base rítmica de Peralta, Dr. Explosion y últimamente de los norteamericanos The
Cynics cuando giran por España, esto es Pibli en la batería y Ángel Kaplan al
bajo. El cuarteto lo completó Pablo Bejarano, apoyando con su guitarra en todo
lo que fuera necearía... como si había que tocar la acústica con el arco de un violín
como así hizo.
Comenzó con su nuevo disco en "Preludio corintio" que introdujo directamente
a "Crudo y ligero" estremecedora historia que interpretó hasta el
extremo tanto en los silencios como en los aullidos, una canción que se sitúa a
la altura de sus clásicos atemporales y que sonó en la mejor tradición de los
crooners infecciosos menos ortodoxos como Javier Corcobado. Tras una larga y embelesadora
introducción se lanzó con la épica tenebrosa de "Mis animales" para
seguir buceando en su discografía con "Extranjera" con la que renueva
la tradición folk asturiana en la líneas de su amigo Nacho Vegas y sus canciones
que profundizan en la trova local, y la conocida "Pierde los dientes
España" un canto racial sarcástico y costumbrista al terruño nacional.
Retomó las nuevas canciones con "El mejor traje de seda" enérgica
épica pop de guitarras y esa especie de romance antiguo que es "A la mar
fui a por naranjas". "Powder" y "Busero español"
sonaron entre la melancolía pop y el tenebrismo radical, para terminar con la
furia instrumental a voz en grito de "El enemigo está dentro" y
"A veces la vida es hermosa" con el brillo de las guitarras y cacharrerías varias elevando los espíritus
de los predispuestos y agradecidos paisanos.
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