Tras diez años de espera después de su disco de estreno... vuelve Isa León.
Esta vez sin la mano de Fernando Alfaro pero arropada de nuevo por parte de la
familia albaceteña, Carlos Cuevas y José Manuel Mora: Surfin' Bichos,
Mercromina y los actuales Burrito Panza, nos presenta en menos de treinta
minutos diez perlas de pop íntimo de arreglos delicado e historias cotidianas
más o menos trascendentales en las que aún cicatrizan las heridas. La cura...
susurros de voz y acordes pop como antídoto. Dulces gotas de veneno y rayos de
sol atemporal.
Comienza la cura con "Tubo de ensayo" pop agridulce con el piano
como protagonista, con permiso de una voz entre la firmeza inicial y la
fragilidad final y una letra descarnada. "Sutil" marca la cadencia
del disco, melodías introspectivas que crecen hasta abrirse ¡ lo justo nada más
! hacia el exterior. Lo mismo que "Febrero no quiere irse" un ritmo
de batería muy marcado dónde además se hace explícita las referencias al paso
del tiempo que planea sobre las diez canciones. En la breve "200
veces" la batería marca un curioso ritmo cercano a una marcha fúnebre de
tintes cómicos.
En la también breve "Algo" los arreglos de cuerda y la voz de Isa
templan las melodías y se recupera el pulso, que se retoma definitivamente con
"Ejército Istochnikov", analgésico pop con la que respirar fuerte,
una píldora vitamínica exultante, justo a la mitad del disco. La fiesta es
efímera, ya que en "La mente negra" mandan la acústica y la voz para
recrear una tétrica nana... una deliciosa melodía de redención. El suero
perfecto contra el dolor es "Malinterprétame" un medio tiempo que
estalla al final en un repetido estribillo de pop rejuvenecedor..."pólvora,
colores y nada más"
Así sin darnos cuenta entre sonidos e historias que apenas sobrepasan los
tres minutos llegamos al final, con dos nuevas nanas: "Los cuadernos"
donde la oscura rotundidad inicial de la batería de nuevo da paso a ritmos y melodías
que auguran un final feliz y "Maestro ladrón" donde se impone de nuevo
el piano junto a la voz para recrear un epílogo de final de cuento perfecto. Sutil suspiro de belleza pop.
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