Tres años han pasado desde el último disco de Raül Fernández, aunque este barcelonés inquieto (comenzó en los 90 con Corn-Flankes, siguiendo con Sitcom, Élena, Romodance...) , no ha parado quieto en múltiples tareas musicales: productor (Nacho Umbert, El Hijo, ...) bandas sonoras para televisión, espectáculos varios...
... entre tanto se ha colado como por un resquicio este disco que, bajo el nombre de Matilda, nos muestra el imaginario habitual de Refree aunque con nuevos matices. Por un lado encontramos esas melodías sencillas sobre las que cuelgan como en un hilo historias cotidianas, mínimas e irónicas.
Por otro lado han quedado atrás las estructuras más sincopadas que rompían con la melodía cuando más se saboreaba esta. Aquí la melodía se deja querer y avanza a lo largo de la canción, sin sobresalto, más bien lo contrario, recreándose en arreglos añadidos que la hacen más luminosa, cediendo los parajes más oscuros a la mera anécdota.
Medios tiempos que crecen en una especie de pop progresivo de estructuras básicas, en las que las historias son las protagonistas, perfectamente arropadas por arreglos variados (ukeleles, banjos violines, varios tipos de piano... tocados todos ellos por el mismo Raül) que hacen olvidar las guitarras. La voz protagonista, cantando como en el es habitual, tanto en catalán como en castellano.
El disco se abre con una breve "En pie" que hace las veces de brindis del anfitrión para pasar a "Cienpiés" una meldoía en suspense que... no parece acabar de arrancar hasta que no aparecen coros y platillos, para volver al suspense de nuevo... como música incidental de una de las de Hitchcock.
"Un buen tío" es otra breve incidencia que con su banjo y ukeleles saltrarines recrea melodías crecientes en la que se van incorporando coros y bombos hasta el inesperado final. "Al senyor Beltran" tiene ecos de canción mediterránea, repitiéndose el estribillo mientras aparecen de nuevo en cada entrada arreglos diversos. "Torpe" es un pequeño himno, más naif que irónico, juega otra vez con arreglos, y estribillos breves pero repetitivos.
Llegando al final encontramos los momentos más íntimos con "Eso está muy bien" y "Mil y un posible final", la primera con apenas la guitarra y voz como protagonista salvo en breves arrebatos instrumentales, la segunda un epílogo orquestal más épico. Presentación inicial, desarrollo momentos de suspense, desenlace... como una magnífica película.
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