Ya esté en México, Coruña, Almería, Valdilecha o Bilbao, parece que ahora vive en dicho lugar, nunca falta a su cita con Madrid (ciudad de la que dice le encanta recorrer con la lluvia) este personal "crooner" del amor al margen, tanto en el exceso de la virtud como del defecto.
Presentó Corcobado su último disco "A nadie" acompañado de músicos habituales como Susana Cáncer en los teclados y Justo Bagüeste en saxos y ritmos pregrabados, ambos ya hirieron con él como "Chatarreros de Sangre y Cielo" en los 90'. En el bajo, el prolífico Fino Oyonarte que produjera su anterior disco "Susurro". Como novedades, Alicia Alemán en la guitarra y Jesús Alonso en la batería.
De riguroso negro, la primera parte de la actuación transitó por caminos íntimo. Hierático y sobrio, trascendente y muy metido en la interpretación, sin apenas abrir los ojos y fumando un cigarro tras otro. Abrió con "Hoy no voy a cantar una canción de amor" adentrándose en los terrenos de la lengua francesa para a continuación, adoptar la portuguesa, al rescatar de las profundidades de su discografía una poco esperada "Negue" (canción popular brasileña de los años 60 que popularizaran más tarde María Bethania o Cesarea Evora). Después los aires de bolero enfermo se hicieron protagonistas, con canciones de su último disco como "¿Por qué estoy tan triste?", "La canción del viento", "Soy un niño" o " "A nadie".
Cuando parecía que seguiríamos por dichas sendas (sólo "Susurro" desperezó los ritmos) se despertaron las emociones rabiosas, ¡ había ganas ! y Corcobado que hasta entonces se había dedicado solamente al micro, agarró la guitarra para ofrecernos una dosis de tormenta.
Recuperó algunas de las canciones más hirientes y tortuosas de su amplio repertorio. Empezaron los aullidos, desgarros del alma y distorsiones sónicas aprovechando no sólo su guitarra tormenta, sino los múltiples posibilidades de ruido que ofrece Justo Bagüeste. "La navaja automáticas de tu voz", "El futuro se desvaneció" (esta actual) y "Cicatrices en el cielo" desataron pequeñas catarsis, en un público moderado. Estas canciones en los tiempos de la sala Revolver, provocaban daños entre los habitantes de las primeras filas, y no en el sentido metafórico.
También se acordó de ofrecernos una dosis de trance, la segunda parte de "En el coño del mar" es puro "Corcobator" su disco "electrónico". Para volver a las partes positivas del alma, la aflamencada y festiva "Caballitos de anís" actúo como bálsamo perfecto.
Un nuevo viaje entre cielos e infiernos, la vida y la muerte o el amor y el desamor, entre los que cada vez Corcobado va dejándonos más matices intermedios, menos extremos pero que en directo se desatan aunque trate de impedirlo.
Los jueves en directo de 21:00 a 22:30 a través de las ondas en Radio Utopía 107.3 FM y en la red en www.radioutopia.es
28 marzo 2009
17 marzo 2009
JONATHAN RICHMAN (7-3-09) Neu! Club - Madrid
Todo vendido para ver al eterno adolescente de Massachusetts. Guitarra española sin ningún tipo de amplificación y sin correa al hombro (para voltearla a gusto), y acompañado sólo por una batería básica manejada por un Tommy Larkins en lógico segundo plano, fueron suficientes para entrar en el terreno de las emociones verdaderas.
Presentó las canciones de su último disco "¿A que venimos sino a caer?" que recoge parte de las canciones de sus últimos discos, cantadas en castellano, italiano y francés más alguna otra clásica adaptada para la ocasión como "Vampire girl", convertida en "Vampiresa Mujer" y que, junto a "Es como el pan", "Celestial" o "Yo tengo una novia" fueron de las mejor recibidas por un público curiosamente variopinto, entre el que se veía bastante gente ¡joven! y algún que otro ¡moderno despistao! No se olvidó además de sus particulares homenajes a pintores, como la clásica "Pablo Picasso" o la más actual "No one was like Vermer"
Por la sala se podían leer carteles advirtiendo de la negativa del artista a que se fumara en la sala, alegando problemas de salud. Realmente no se cual puede ser su dolencia, pero es cierto que su imagen parecía enfermizo con aspecto entre la fatalidad y la derrota aunque con su sempiterna vitalidad y energía durante toda la actuación (contradicción ya reflejada en el título de su último disco). Mas puede que sea una impresión derivada del paso del tiempo, Jonathan Richman gasta ya 57 años y la última vez que le vi fue hace 19 años en plena madurez pero aun joven y sobrado de ímpetu si el recuerdo no me engaña.
Simpatiquísimo con el público, este artistas juega la baza teatral a la perfección, no entendiéndose una actuación suya sin la intervención del público, al que no para de preguntar por el significado de las palabras, hablar directamente con él o parar la canción para explicar algún aparte a la letra de la misma... improvisando incluso memorables diálogos en falsete.
Ayudado por gesto naturales y bailes artificiosos e imposibles ya conocidos, surgen de nuevo el artista al desnudo mostrándonos el fondo de su alma, pues tras las canciones su gesto de agradamiento era el de mostrarse con los brazos abiertos y palmas extendidas, cual crucificado de mirada perdida pero cercano a la vez. Contrapuntos que nos llevaron de los sentimientos más vivos, divertidos y espontáneos a los más sufridos y reflexivos. Su escaso dominio del idioma no es obstáculo sin embargo para percibir todos estos sentimientos.
Excelente en el trato de las seis cuerdas, tocadas con igual maestría tanto como percusión como melodía, se despidió como llegó, con la guitarra en su funda a modo de maleta solitaria. Como único equipaje de un viaje que no acaba.
Presentó las canciones de su último disco "¿A que venimos sino a caer?" que recoge parte de las canciones de sus últimos discos, cantadas en castellano, italiano y francés más alguna otra clásica adaptada para la ocasión como "Vampire girl", convertida en "Vampiresa Mujer" y que, junto a "Es como el pan", "Celestial" o "Yo tengo una novia" fueron de las mejor recibidas por un público curiosamente variopinto, entre el que se veía bastante gente ¡joven! y algún que otro ¡moderno despistao! No se olvidó además de sus particulares homenajes a pintores, como la clásica "Pablo Picasso" o la más actual "No one was like Vermer"
Por la sala se podían leer carteles advirtiendo de la negativa del artista a que se fumara en la sala, alegando problemas de salud. Realmente no se cual puede ser su dolencia, pero es cierto que su imagen parecía enfermizo con aspecto entre la fatalidad y la derrota aunque con su sempiterna vitalidad y energía durante toda la actuación (contradicción ya reflejada en el título de su último disco). Mas puede que sea una impresión derivada del paso del tiempo, Jonathan Richman gasta ya 57 años y la última vez que le vi fue hace 19 años en plena madurez pero aun joven y sobrado de ímpetu si el recuerdo no me engaña.
Simpatiquísimo con el público, este artistas juega la baza teatral a la perfección, no entendiéndose una actuación suya sin la intervención del público, al que no para de preguntar por el significado de las palabras, hablar directamente con él o parar la canción para explicar algún aparte a la letra de la misma... improvisando incluso memorables diálogos en falsete.
Ayudado por gesto naturales y bailes artificiosos e imposibles ya conocidos, surgen de nuevo el artista al desnudo mostrándonos el fondo de su alma, pues tras las canciones su gesto de agradamiento era el de mostrarse con los brazos abiertos y palmas extendidas, cual crucificado de mirada perdida pero cercano a la vez. Contrapuntos que nos llevaron de los sentimientos más vivos, divertidos y espontáneos a los más sufridos y reflexivos. Su escaso dominio del idioma no es obstáculo sin embargo para percibir todos estos sentimientos.
Excelente en el trato de las seis cuerdas, tocadas con igual maestría tanto como percusión como melodía, se despidió como llegó, con la guitarra en su funda a modo de maleta solitaria. Como único equipaje de un viaje que no acaba.
09 marzo 2009
THE BUZZCOCKS (4-3-09) El Sol - Madrid
Después del ridículo inmenso de los Pistols en el Summercase del pasado verano en Madrid, la idea de darle una nueva oportunidad al punk no es que fuera la más atractiva para un miércoles noche, pero El Sol con una ambiente efervescente y bullicioso y algunas referencias fiables no hacían presagiar grandes desastres, sino todo lo contrario.
Así fue, los de Manchester, con Pete Shelley y Steve Diggle como únicos supervivientes, dieron toda una lección de como el punk del 77 puede aun dar grandes alegrías. Fuera ya del contexto que dio sentido al género, demostraron que se puede aun reivindicar el punk no ya como altavoz de la revuelta callejera, sino como sonido que ha dejado huella. El secreto creérselo pero como hacen ellos, con la honestidad que da el vivir su tu tiempo y las nuevas circunstancias.
Así salieron aceleradísimos y sin dejar ni un segundo entre canción y canción para tocar las canciones de sus primeros discos "Another music in a different kitchen" casi de seguido al principio y "Love bites" hacía la mitad de la actuación, que estaban de nuevo de actualidad tras reeditarse de nuevo en su 30 Aniversario.
Se les nota a pesar de la edad (andan por la cicuentena larga), que no se dejan un gramo de energía, sobre todo Diggle que, sin perder su etena sonrisa, no paraba de hacer sus habituales gestos con el brazo hacia delante tras un enrgético riff de guiatarra ¡¡¡ parecía como si no parara de pedier birras al camerero del fondo con esos gestos !!! Shelley andaba algo más calmado pero también con la sonrisa en todo momento y es que se lo estaban pasando de puta madre y lo trasmitían de forma natural. Además la voz de Shelley suena con los años cada vez mejor.
Apabullantes con las canciones del "Another music in a different kitchen" como "What Do I Get?", " Love You More" (del primer sinlge) o "I don't mind" aunque con las canciones del "Love Bites" hubo algo de calma, pues recrean pasajes algo más melódicos "Love is lies y no tan directos pero no pararon los riffs, punteos y oh oh ohhhs como en "Over fallen in love", que coreaban hasta los organizadores que llenaban la parte alta de la sala.
Para los bises se guardaron todavía munición, con el esperadísimo "Orgasm addict" y tirando de los singles de su mítico año el 78, así sonaron frenéticas y electrizantes ""Lipstick" y "Promises" mientras se fundían entre saludos y palmadas con las primeras filas en pleno delirio de "pogo" a lo bestia con peligro incluso para algún que otro despistado de las filas intermedias.
En fin, que fácil es reencontrarse con el punk cuando quien lo ejecuta tiene un mínimo de actitud, credibilidad y respeto hacia lo que fueron e hicieron en dicha época. The Buzzcocks tiene todo ello y no los aludidos al inicio de esta crónica. Todo el mundo salío encantado y ellos los primeros.
08 marzo 2009
THE FUZZTONES (3-3-09) El Sol - Madrid
Liderados por el incombustible Rudi Protrudi, se presentan The Fuzzotnes de nuevo en gira como defensores irredentos del revival garagero y lisérgico. Aparecieron con sus conocidos guitarra y bajo “jamoneros” como el que luce Rudi tatuado en su antebrazo izquierdo a modo de huesos que cruzan la calavera distintiva de la banda, y una imagen entre curiosa (turbantes) y habitual (chupas de cuero o vaqueras con el logo a la espalda).
Presentaron su último disco "Horny as hell" en la que además de versiones ajenas, han grabado de nuevo algunas de sus canciones más clásicas, añadiendo para la ocasión una sección de vientos y coros femeninos. De ahí la presencia de un saxofón en escena que junto a los teclados tuvo bastante presencia en el inicio del concierto, cuando Rudi se dedicó a cantar acompañado sólo de la pandereta, pero que cuando éste se enganchó a la guitarra quedaron ambos en un segundo plano, ya que fue le momento de las guitarras saturadas y cavernosas a que nos tienen acostumbrados.
Tras una intro instrumental, comenzaron imparables enlazando canciones sin fin y así fueron cayendo las rejuvenecidas "Ward 81", "Highway 69" o "She is wecked" y alguna versión de los "Sonics" ¡ claro !. El único repsiro... algún momento de psicodelia con distorsión de guitarra tormentosa en el que destacó Lenny Silver, no sólo con la guitarra sino también... ¡ con el theremin ! con el que iba enlazando punteos entre este instrumento y su guitarra.
Leny llevó perfectamente la responsabilidad de las guitarras, al igual que Screamin' Bo en el bajo que permitían a a Rudi centrarse en su labor de "frontman" y despreocuparse algo más de su guitarra. También tuvo su momento en la batería el contundente Rob Louwer cantando con fiereza un par de temas.
La segunda parte bajó un poco el rimo de la actuación. Protrudi se entretuvo en exceso en comentarios y dicharachería con el público entre canción y canción (no se si por cansancio aunque la verdad se le notaba en forma) y eso hizo perder algo la tensión.
Algo que arregló en el final de la actuación y sobre todo en los "bises" en los que volvieron a un no parar, con una excelente interpretación del "Loose" de los Stooges (homenaje a Ron Asheton imagino, aunque no hubo alusión a él) y tirando sobre todo de las canciones de su aclamado disco de 1984 "Lysergic Emanations" del que tras petición popular rescató las imprescindibles "Cinderella" y "Strychnine" donde Lana Loveland en los teclados que, vestida de leopardo a lo Cramps (de la que tocaron una versión también en homenaje a Lux interior) tuvo su momento de protagonismo con un Protrudi cantando entre las primeras filas.
Presentaron su último disco "Horny as hell" en la que además de versiones ajenas, han grabado de nuevo algunas de sus canciones más clásicas, añadiendo para la ocasión una sección de vientos y coros femeninos. De ahí la presencia de un saxofón en escena que junto a los teclados tuvo bastante presencia en el inicio del concierto, cuando Rudi se dedicó a cantar acompañado sólo de la pandereta, pero que cuando éste se enganchó a la guitarra quedaron ambos en un segundo plano, ya que fue le momento de las guitarras saturadas y cavernosas a que nos tienen acostumbrados.
Tras una intro instrumental, comenzaron imparables enlazando canciones sin fin y así fueron cayendo las rejuvenecidas "Ward 81", "Highway 69" o "She is wecked" y alguna versión de los "Sonics" ¡ claro !. El único repsiro... algún momento de psicodelia con distorsión de guitarra tormentosa en el que destacó Lenny Silver, no sólo con la guitarra sino también... ¡ con el theremin ! con el que iba enlazando punteos entre este instrumento y su guitarra.
Leny llevó perfectamente la responsabilidad de las guitarras, al igual que Screamin' Bo en el bajo que permitían a a Rudi centrarse en su labor de "frontman" y despreocuparse algo más de su guitarra. También tuvo su momento en la batería el contundente Rob Louwer cantando con fiereza un par de temas.
La segunda parte bajó un poco el rimo de la actuación. Protrudi se entretuvo en exceso en comentarios y dicharachería con el público entre canción y canción (no se si por cansancio aunque la verdad se le notaba en forma) y eso hizo perder algo la tensión.
Algo que arregló en el final de la actuación y sobre todo en los "bises" en los que volvieron a un no parar, con una excelente interpretación del "Loose" de los Stooges (homenaje a Ron Asheton imagino, aunque no hubo alusión a él) y tirando sobre todo de las canciones de su aclamado disco de 1984 "Lysergic Emanations" del que tras petición popular rescató las imprescindibles "Cinderella" y "Strychnine" donde Lana Loveland en los teclados que, vestida de leopardo a lo Cramps (de la que tocaron una versión también en homenaje a Lux interior) tuvo su momento de protagonismo con un Protrudi cantando entre las primeras filas.