Dentro de la larga gira que el asturiano está realizando por todo el país, estaba prevista una única actuación en Madrid, pero ante la fuerte demanda de entradas hubo que ampliar, no sólo una sino dos noches más, por lo que a la tercera fue la vencida para presenciar en directo, ante una sala llena de nuevo de incondicionales, las canciones que forman su último disco "El Manifiesto desastre"
Rigurosamente de negro brillante y con zapatos blancos comenzó intenso con "Detener el tiempo" una de las nuevas que va para clásica, aunque siguió algo anodino con "La Plaza de la Soledad", "Un desastre manifiesto" y "Gang-bang", intrascendente la segunda y, , bien ejecutadas pero con el piloto automático por ya habituales en su repertorio, la primera y la tercera.
No sería hasta "Dry MArtini S.A." y sobre todo "Crujidos", el momento en que el público y banda comenzaron a conectar. A Nacho Vegas no le hace falta comunicar mucho de palabra para conseguir ese vínculo que establece directamente con sus canciones. El banjo estaba ya en manos del fiel Xel Pereda así que aprovechó para rescatar con acierto "Que te vaya bien Miss Carrusel" consiguiendo realmente hacer suyo este clásica de su admirado Townes Van Zandt, para seguir en lo mejor del concierto y sólo en el escenario con la intimidad de su voz y guitarra acústica en "8 y 1/2" y "Días extraños" con la que la banda le arropó de nuevo.
De ahí al final, presentación algo monónona de canciones nuevas como "El tercer día", "Monduber" o "Morir o matar" entre las que intercaló ese momento rabiosos que es "Perdimos el control" y la cabaretera "Secretos y mentiras" para finalizar de nuevo remontando emociones con la apabullante y esperada "El hombre que casi conoció a Michi Panero" que presentó precedida de una larga historia que le aconteció esa misma tarde en el avión que le traía a Madrid, un previo que encandiló al publico con esa extraña forma que tiene el norteño de contar historias, entre irónico y lo trascendente.
De las nuevas e echo en falta "Junior suite" y tampoco apareció "Lole y Bolan (un amor teórico)", por más que el personal insistió con la presencia de Cristina Rosenvinge (que andaba por la sala).
En los bises, habitual contraste entre la calma de "La canción del extranjero", otra vez Nacho sólo frente a todos y una sorprendente, ruidosa y descomunal "Noches árticas" con la que cerró magistralmente, en auténtica catarsis sonara un concierto en el que hubo de todo, grandes momentos para tocar el cielo o arder en el infierno y otros más venialmente terrenales. Problemas de ponerse el listón tan alto.
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