A lo largo de su carrera, la compositora
asentada en Londres, ha transitado por diferentes estilos, desde el inicial
street folk a la electrónica pop haciendo escala por el rock alternativo. En
éste su cuarto trabajo, encuentra un sonido propio, pero no uniforme que
armoniza sin estridencia y buen gusto en un conjunto de canciones bien
cohesionadas en su variedad. «Big Machine» declara intenciones, con su ritmo básico sobre el
que serpentean guitarras en primitivo blues junto a tibios y orgánicos arreglos
electrónicos mientras la voz de Liz se alza en futurista soul. «Names Of Plants And Animals» introduce un sutil
sincopado funky que en «No One»
se convierte en un
zeppeliano viaje a los 70’ y en «Oars» se transforma en dulce y machacona oscuridad 80’ para, en la
adictiva «Strut» mutar entre el techno y el rap con electrizantes resultados.
Adictivo y excitante disco que denuncia la perdida de espacios físicos
comunitarios y la desconexión de la personas en el derrumbe moral de su país.
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