Foto: ccascara |
Tras diecisiete años de espera, Polly Jean regresó a Madrid, y lo hizo en las mejores condiciones de espacio, sonido y ambiente; como ella misma agradeció al despedirse… y no como en la ridículamente pequeña y asfixiante carpa en la que se la vio por última vez en el Summercase de 2007. Todo vendido lógicamente desde que se anunció su presencia hace seis meses y con el amago de tormenta habitual de primeros de junio en la capital respetando la esperada liturgia…
…que
comenzó con la solemnidad cercana de la canciones de su último trabajo I Inside The Old Year
Dying (Partisan 2023) que embaucó a un personal, ensimismado
ante su presencia escénica. Con los onomatopéyicos sonidos de su voz en la inicial “Prayer Of The Gate”,
continuados con sus amenazante gestualidad y alaridos al final de “Autumn Term”…
la de Dorset logró activar las a los aún atónitos espectadores provocando las primeras
reacciones de júbilo.
Su figura se movía liviana y libre por un
escenario en el que parecía flotar, mientras el entramado instrumental sonaba
nítido entre percusiones básicas y tenebrosas, acústicas templadas y
envolventes y eléctricas cristalinas y ligeras… revalorizadas por una serie de
loops y pregrabados con sonidos de de la naturaleza, aves que parecían
confundirse con los del anochecer que en ese momentos caía en el jardín que
albergó el evento.
Así fueron sonando “Lwonesome
Tonight” atravesando los puentes tendidos por Björk, la épica folk de la canción que da nombre al disco y su introspectivo reverso “I Inside
The Old I Dying” entre otras hasta
cerrar los primeros cuarenta y cinco minutos de actuación con los primeros
estruendos ruiditas de “A
Noiseless Noise”, perfecta transición… para el siguiente tramo de
concierto, que comenzó con PJ entre
bambalinas y los cuatro músicos alineados delante del escenario para
interpretar en tono acústico y marchoso “The Colour Of The Earth” primera de
las tres canciones seguidos de Let
England Shake (Island 2011) con las que el público comenzó a moverse
incluso en las gradas al toque de corneta de la trotona “The Glorious Land” y
la campestre y festiva “The
Words That Maketh Murder”.
Tras el muy bien acogido periplo “folk a lo
Harvey”, la menuda artista repasó parte de un repertorio esperado por muchos…
la mayoría casi, atrapados en los discos de los años de mocedad de los
asistentes. “50ft Queenie” fue, a modo de distorsión guitarrera, la tormenta
que no cayó y “Black Hearted Love” de su
disco compartido con John Parish, ¡como no! presente en el escenario junto ella
otra noche más, canalizó la energía acumulada hasta converger rabiosa y
eléctrica en sus canciones de los albores de los 90’ “Man-Size” y “Dress” en
los que la banda mostró su versatilidad para pasar del delicado mimo inicial al
dañino estruendo final… que estaba por llegar,
con tres canciones seguidas de To Bring
You My Love (Island 1995): “Down By The Water”, la titular y “C’mon Billy” como primera del bis, ante la
algarabía popular que concluyó con “White
Chalk” como majestuoso final de una ceremonia mágica.
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