El trío parisino ha evolucionado desde sus
adolescentes inicios inspirados en el rockabilly para, en plena juventud, abrir
su abanico de influencias hacia una gama sonora más amplia. Con el punto de
mira en los sesenta, revisten las canciones de luminosidad y brillo psicodélico
en su versión más accesible: extrovertida, coreable y bailable.
Envuelto en
arreglos de inevitable y floreado aire pop, pasan por la batidora el clasicismo
ornamental para extraer lisérgicos y acelerados delirios que se desparraman en
infinitos puntos de dispersión espacial «Mindreader» o «Blue Day». Hay además momentos orientalizantes y
exóticos «Mirror Mirror» o
«Bewithched me» en la que además distorsionan las voces, saturan los teclados y
se marcan precisos punteos. Hay algún ramalazo de blues-rock setentero, la
expansiva «Healer», aires fronterizos
«The Sting» y letales locuras psicóticas «Through My Hands» o
la que da título al disco. Un enérgico torbellino sin descanso, entre los
Beatles y Kula Shakers.
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