El veterano cineasta japonés sigue abordando sus
habituales temas familiares: orfandad, incomunicación filial o relaciones
complicadas, pero a diferencia de Broken su anterior trabajo, lo hace
abandonando la comedia, aunque no del todo, para posicionarse en el drama
laberíntico y un tanto efectista, porque aunque cuenta lo que sucede desde
diferentes puntos de vista de los personajes -como Kurosawa en Rashomon-
Kore-Eda va introduciendo en ellos nuevos elementos clave para entender la
trama. Juega con el espectador sorprendiéndole y llevándole a un final en el
que todo tendrá sentido, pero no por deducción del receptor -el público- sino
por inducción del emisor -el director-
Comenzando por el principio la historia
narra la preocupación de una protectora madre con su hijo sin padre ante las raras e insensatas
actitudes de éste, hasta descubrir que el problema está en un profesor, por lo
que decide ir al colegio en busca de una solución. Es ahí donde se
expondrán los puntos de
vista diferentes: madre, hijo, amigo y maestro que supuestamente maltrata al niño.
Se irán además mostrando sentimientos escondidos: frustraciones e
incomprensión, mostradas con templanza, y humor relajando tensiones, en un
final que, parece otra película, mostrando una visión plácida de la amistad e infancia.
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