Historia que parte de unas fotografías del siglo
XIX encontradas en Islandia, hechas por una persona que viajo desde Dinamarca –siendo
el territorio colonia danesa-. A un joven sacerdote se le encomienda una
complicada misión: construir una iglesia y consolidar bajo la fe católica una
pequeña, aislada y nada receptiva población. Para empaparse de las costumbres
de los habitantes, realiza el viaje a caballo atravesando el interior del país,
realizando un estudio antropológico de sus gentes mediante rudimentaria e
incómoda cámara fotográfica que el protagonista carga como pesada cruz, a la
vez que se suceden los primeros desencuentros con sus nativos acompañantes.
Travesía que casi le cuesta la vida, y en el que el paisaje: agreste, rocoso y
salvaje, es protagonista necesario para entender Godland, la tierra de dios en
relación a la difícil prueba a la que se somete el eclesiástico en sus
tentaciones humanas en forma de deseo y amor no espiritual. Filmada con pausa y
virtuosismo estético: largos planos fijos de tonos grises y fríos, que potencian
las espectaculares, y a la vez austeras imágenes: hielo, viento, tormentas,
estepa inhóspita o volcanes, en las el director y guionista se recrea, como si
de un documental se trata, dando un respiro a la angustia que transmite la epopeya.
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