Toro Salvaje… todo un clásico
estrenado en 1980 bajo la dirección
de Martin Scorsese y protagonizada por Robert De Niro, se
reestrena con una copia restaurada y actualizada junto a la remasterización de la banda sonora. Todo
ello con la aprobación y supervisión del propio director que ha contado además
por su montadora habitual Thelma Schoonmaker.
En ella se cuenta la historia del
boxeador Jake LaMotta, basándose
en el libro Raging Bull: My Story,
publicada 1970. Un joven peso medio
italo-americano de carácter violento, y con pocas luces que habita el
asfixiante Bronx neoyorquino de los años 40, donde la las familias humildes
sobreviven ente mafias que exhiben su poder en elegantes y restringidos clubs
nocturnos.
Es una historia que parte del mundo del boxeo para retratar la violencia
más allá del cuadrilátero. LaMotta genialmente interpretado por un Robert de
Niro, es un auténtico psicópata, caprichoso y obsesivo. Un maltratador de todo
aquel que le no esté de acuerdo con su peculiar forma de pensar y actuar.
Controla y somete a sus parejas según su voluntad hasta llegar a la agresión
física, también a su hermano mayor, su consejero y manager, interpretado por el
no menos brillante Joe Pesci en un papel que le va como anillo al dedo.
Violencia que se presenta de forma menos explícita en la atmósfera
corrupta que rodea al boxeo siempre muy ligado a la mafia, aunque tampoco es
una película mafiosos. Es más bien una reflexión sobre la condición humana
personificada en el boxeador, su lucha interior, sus valores éticos, sus
contradicciones… curiosamente el protagonista
se rebela contra quienes tratan de corromper sus principios, pero urgido
por el miedo, actúa de forma cobarde atacando en sentido equivocado, el de las
personas cercanas que tratan de protegerlo.
Destacable la recreación escénica de los combates, en la que se intercalan imágenes reales de la época, y el asfixiante ambiente de los pabellones, aunque llegan a ser un tano reiterativas y exageradas, con algunas imágenes a cámara lenta bajo la música clásica que exceden los límites de la épica fácil.
La utilización del blanco y negro además, se impone más allá del gusto estético, para remarcar la
claustrofóbica sensación que se masca a lo largo de la película, incluso en las
escenas exteriores, además de por cuestiones técnicas, ya que como el propio
director explicó en su día, decidió rodarla en blanco y negro porque vio
cómo sus primeros filmes se estaban ya deteriorando y perdiendo color. Una
ocasión perfecta para en pantalla grande y oscura, la de una sala de cine y con
las características voces originales de sus protagonistas… con subtítulos en
español.
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