Las primeras imágenes son las de un monstruo
creado digitalmente por un joven diseñador de videojuegos. Criaturas
fantásticas y no personas reales para los que el protagonista no tiene talento.
Javier: introvertido y solitario, sin relaciones sociales más allá del trabajo
de pequeño, dice, quería ser un tigre, animal que se relaciona con el título de
la película, mantícora: criatura mitológica de cabeza humana y cuerpo de animal
que significa ‘tigre’ o ‘comedor de humanos’.
Difícil hablar del argumento sin
destripar una historia que presenta el infierno de Javier, que lucha con su
monstruo interior en forma de abominable impulso sexual. Un duelo que el
protagonista trata de dominar con una relación estable, ahí es donde aparece
Diana, también en conflicto ella misma aunque sin nada que esconder. Excelente
guión, sencillo y muy bien narrado, dirigido e interpretado, con pausas y
silencios junto a planos fijos duraderos que captan la mínima expresión de
cuerpos y rostros en un intento por desentrañar los conflictos humanos en una
arriesgada trama, incómoda -por la temática tratada- valiente en su tratamiento
y perturbadora pero a la vez sensible, que reflexiona sobre las contradicciones
entre el mal, su apariencia y la aceptación del mismo, en un inesperado e
impactante desenlace.
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