En pleno verano capitalino, con su calor extremo (ahora a todo se le
llama ‘ola’), en horario en el que la noche se acerca pero no llega, en el
interior de una sala del circuito de inverno y con los dineros dilapidados en
múltiples propuestas festivaleras masivas… no parecía que la siempre segura
opción Wareham fuera a llamar la atención, más aún cuando el telonero salvo en
sus minutos finales no encontró excesivo arropo en el indefinible público que
en ordenado goteo finalmente sí… llenó la sala.
Pudo más el atractivo motivo de esta gira (pospuesta desde febrero) que
consiste en recuperar ‘On fire’ el segundo disco que grabara en 1989 con
Galaxie 500 más algunas sorpresas como presentar… ¡por fin! buena parte de su
último trabajo en solitario a su nombre: ‘I have nothing to say to the mayor of
L.A.’ del que interpretó cinco de ellas para comenzar la actuación y que… más
allá de la nostalgia galáctica sitúan a Wareham como compositor activo que ha
sabido actualizarse para crear canciones en las que, sin olvidar el ruido y la
dispersión, se impone la canción. ‘The Corridor of power’ sonó lánguida y
cálida, ‘The last word’ elegante y turbadora, briosa e inquieta ‘Robin &
Richard’, afrancesada ‘As much as it was worth’ y laberíntica y oscura ‘Cashing
in’...
…y a partir de ahí el ‘On fire’ seguido y más o menos en el mismo orden
que en disco, donde Britta Philips tomó protagonismo en los coros y juegos
vocales: ‘Tell me’ y ‘Another day’ entre los acostumbrados arrebatos de
distorsión que sucedieron a la calma ‘Descomposing trees’ o ‘Stranger’ con la
que cerró un bis que se inició con sorpresa: ‘King of Spain’. Antes del extra, como no ‘Isn’t it a pity’
emocionante composición de George Harrison en la que Wareham (¡mientras su
baterista se comía una manzana!), demostró que su actual voz, como a lo largo
del concierto, le sienta mucho mejor a estas canciones de juventud.
Difícil lo tuvo previamente Ryder The Eagle o lo que es lo mismo
el francés Adrien Cassignol, pero consiguió meterse en el bolsillo a
los asistentes, con un espectáculo valiente y divertido. Sólo con un micro
inalámbrico y con toda la instrumentación grabada, se dedicó a recorrer la sala
cantando y bailando intenso y extravagante, subiéndose a las barras y escaleras
para cantar directamente a las damas. Vestido de blanco y oro hasta quedar a
pecho descubierto este émulo estético de Elvis, Nick Cave y Meat Loaf, interpretó
excelentemente su papel. Gran telonero…
a tener en cuenta.
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