En
sesión de mediodía y en patio ajardinado al aire libre Mario Cobo en solitario con su guitarra anunció ‘un concierto loco tocando lo que vaya
surgiendo’ y es que el bagaje del guitarrista barcelonés es amplio y
variado, forjado en experiencias de peso como componente de The Nu Niles o
Mambo Jambo y formando parte de la banda que acompaña a Loquillo y a Kim Lenz…
entre muchas y múltiples colaboraciones.
Comienza
así con una versión de la reconocible ‘Suzy Q’ para presentarse y comentar de
forma didáctica y entretenida el desarrollo de una actuación basado en
versiones adaptadas de artistas… no tan cercanos al rock como Chet Baker del
que comentó la complejidad de sus composiciones y dificultades interpretativas
o algo más cercanas al género como Chet Atkins, una de sus últimas
obsesiones.
Conectó
enseguida Mario con un público cercano y ecléctico del que destacó el buen
ambiente entre palmeras, cervezas y barbacoa tan alejado del underground que
anuncia esta modesta aunque emergente muestra (que no festival), alternado
clásicos con canciones propias tanto instrumentales como con voz entre ellas ‘Almería
gone guy’ en la que se explica porque hace unos cinco años decidió irse a vivir
a Almería y ‘Noche Americana’ que sorprendió aportando ritmos básicos
pregrabados y en la que contó que nunca
entendió el concepto cinematográfico del título hasta que no vio el cielo
nocturno del sureste peninsular en el que ahora reside. Mas que un concierto
una ‘master class’ entre amigos para
aprender y divertirse.
A
media tarde turno para Castor Head quinteto
madrileño encabezado por la ‘Tiburona’ Laura del Amo y con miembros de otras
formaciones como Durango14, Daytonas y Los Winston Lobo. Ofrecieron una
entretenida… y divertido actuación a base de árido western, rock fronterizo y
polvoriento folk con los habituales instrumentos que los caracterizan. Laura no
escatimó energía con la acústica ni simpatía y naturalidad presentando las
canciones del ‘genuino sonido estereofónico’ del Ep homónimo con el que se
estrenan.
No
faltaron los habituales instrumentos del género: contrabajo, tabla de lavar,
banjo… sin olvidar la electricidad en la mandolina y guitarra para dar color a
historias como la de ‘J. W. Hardin’ el famoso pistolero John
Wesley Hardin que tras matar a un hombre y cumplir condena se reconcilió
con la ley, y que en forma de canción ya popularizaron Bob Dylan o Jeffrey Lee
Pierce (The Gun Club), sorprendiendo el quinteto con la curiosa y efectiva combinación
entre el contundente contrabajo y el repiqueteo del bajo en su punteo. Destacables melodías de voz y guitarras además
en el atemporales medio tiempo ‘My singed heart is burning’ así como en la más árida
‘Blue tattoo’ y momentos para bailar en el improvisado ‘saloon’ en el que se
convirtió el patio del Mastropiero.
Fotos: Robbie Ramone
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