Película en
la que el director norirlandés muestra parte de su infancia en las
calles de su ciudad natal, la capital que da título a la misma. En blanco y
negro y en un reducido escenario de apenas 'cuatro calles' se muestran el
barrio de Belfast en el que el niño Buddy, vive junto a su familia a finales de
los años 60’ en el contexto del conflicto armado que hasta finales de los 90’
sufrió dicho territorio. Irlanda del Norte conocida como Ulster, dependiente
del Reino Unido y con diferentes posturas identitarias entre una población que
se posiciona entre la continuidad del territorio bajo la Corona Británica, la
Unión con la República de Irlanda o la independencia de ambas. Entre dichas
posturas se envenenan además las diferencias religiosas: católicos y
protestantes.
Branagh
muestra una visión basada en estas últimas diferencias, mostrando solo de forma
tangencial el conflicto político que para el espectador no conocedor del mismo,
puede parecer incluso confuso. Quizás sea esa la intención del célebre director
pues el objetivo principal no es exponer el conflicto sino reflejar la visión
de un niño bajo esa situación, de la que lógicamente, no entiende del todo,
como refleja una divertida conversación en la que se relacionan creencias
religiosas según apellidos. Es por eso que no se recree en escenas violentas y
cuando estas aparecen se muestran en un romántico tono ayudado por el blanco y
negro, que huye de la descarnada realidad.
La cinta
atiende más a los afectos y relaciones del protagonista con su entorno. Una
familia protestante y comprensiva con los católicos con los que conviven en un
vecindario que encarna los valores de tolerancia y solidaridad vecinal, con
padre que trabaja en Inglaterra y ve poco, pero que está presente, una madre
todo terreno y unos abuelos ideales… o idealizados por los recuerdos del
director, pues a pesar de los problemas parecen una familia de ensueño, aún
cuando superan difíciles situaciones o tiene que tomar decisiones cruciales
como la de comenzar una nueva vida lejos de su ciudad. Sólo la figura del
hermano se aleja de dicho tono, pues no parece que haya dejado huella en
Branagh, ni para bien ni para mal, su presencia parece meramente testimonial.
Más presencia tiene personajes cercanos como la compañera de clase que le gusta
o su amiga de travesuras del barrio, además de las canciones de un Van Morrison en
estado de gracia en aquellos años... y es que es una película homenaje a su
ciudad, sus habitantes, su familia y educación entre recuerdos y sensaciones
con las que consigue mitigar las tragedias individuales y colectivas de un
conflicto internacional.
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