En su
vigesimocuarta película (una por años desde 1996) el prolífico director
surcoreano persevera en el inconfundible estilo que marca su obra: minimalismo
extremo con atención máxima a los detalles, escenarios interiores sencillos, conversaciones
pausadas y uso de cámara estática y planos fijos con zoom acercándose o
alejándose de las personas en busca de gestos…
para mostrar tácitamente el mundo de los hombres visto por las mujeres,
pues aunque estas son las protagonistas absolutas de las tres historias que
forman este tríptico, subyace en ellas la incomprensión y el incomodo ante la
presencia y actuaciones masculinas.
Juega ambiguamente
con título, pues Gam-hee, interpretada por Kim Min-hee, pareja en la vida real
y protagonista de las últimas películas del director, aprovecha el viaje de
trabajo de su marido para visitar viejas amigas a las que hace tiempo que no
ve. Sobre su relación, cuenta repetitivamente
que en cinco años juntos no se habían separado ni un solo día hasta ese
momento, aportando las explicaciones de su pareja a ese hecho… pero no las
suyas, lo que denota un velado inconformismo.
A partir de ahí,
la narración se estructura en tres cortos episodios en el interior de
irrelevantes casas en las impersonales afueras de un apenas reconocible Seúl.
En torno a la comida y la bebida, las mujeres… más que hablar, susurran sin
eludir los silencios, hechos cotidianos triviales que en principio parecen
triviales pero que de forma natural se van volviendo trascendentales… sin perder
el tono neutro, aunque los sutilísimos gestos sugieran un desencanto que se
torna explícito con la aparición de las escasas apariciones masculinas.
Hombres sin
cara, escasamente perfilados, de espaldas o de presencia ausente que rompen la
armonía de las confidencias, pero no en una confrontación directa que solo
parece que va estallar (aunque no lo hace) ante las insistentes y vergonzosas
suplicas de uno de ellos para ser tenido en consideración por una ellas (¡que
paciencia!), sino en el mismo tono pausado en el que fluyen las conversaciones
en torno a la mesa como refleja la maravillosa
escena en el que un vecino las interpela a solucionar el problema de los
gatos callejeros, en un diálogo magistral en el que las tormentas interiores
son aplacadas al exterior por la utilización de un templado discurso.
Distendido y
breve visionado para profundizar ¿plácidamente? en el interior de las mujeres y
por qué no… de los hombres.
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