Dos discos han bastado para que esta veinteañera nacida en Londres y afincada en Bristol se maneje con experimentada maestría abordando complejas cuestiones sobre la mecánica interna de sí misma. A la mayoría le cuesta años, si es que logra conseguirlo, pero el aislamiento forzoso provocado por el pandémico virus, involuntariamente ayuda a madurar deprisa.
Ejercicio terapéutico pues, en el que la idea de sentirse sola, aunque no lo estés -su primera gira europea claro- flota a lo largo del disco y en concreto en «Berlín» donde el susurro de voces se impone al crescendo de distorsión eléctrica que, en «Alapathy» -dolencias del alma de difícil diagnostico- se torna frenética mientras la voz se alza aquí si vigorosa entre sincopados ritmos y percusiones velvetianas y armonías belleandsebastianas.
Dos antagónicas muestras con las que nos adentramos en su incipiente interior, mundo en el que se enrosca hacia adentro en la emocionante «Birthday» y sus sutiles arreglos de cuerda. Se despereza en «I, Nietzsche» en suave crescendo de orquestación circense y revive en «Solipsism» donde la granulada distorsión de guitarra se hace épica para… entre breves interludios de acústica arpegiada volver a despojarse y envolverse en ella misma en las canciones que cierran el disco. Arrebatos de entusiasmo salpicados de naturalidad íntima.
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