Carisma y confianza a raudales en una interpretación
en la que no falta el componente teatral… Cabezafuego actúa, se mete en su
papel e improvisa mientras canta, más bien recita las letras, ya sea
“regañando” al público que no le atiende o soltando ocurrencias sobre la estupidez actual. Si en una misma canción le daba
tiempo casi hasta a soltar discursos y no para entre el público, entre unas y
otras… no paró entre banderitas, ropas y lo que cayera a su paso.
Mostro ironía fina en el descabale rítmico de
“Minueto del arribista” pero también
humor grueso en la descacharrada “La balada del irritante”, la juguetona “El suplente de los minutos de
la basura” y la psicodelia castiza de “Caramelos 6 de julio” En “Visiones” y “Telarañas” pausó el ritmo y
mostró su faceta más escapista y oscura.
No olvidó su anterior disco, y “El traje del
emperador” se celebró aun cuando se le olvido hasta la letra, lógico con tanto
ir y venir… y es que no tuvo mucho espacio para los instrumentos, se encargó de
arreglos varios de teclados y demás ruidos pregrabados, pero su interpretación
le exigía estar más pendiente del show y su entregado público que lo agradeció.
Sus músicos co Oskar Benas en las guitarras ya se preocuparon de hacerle la
cobertura.
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