Aunque en portada aparezca el nombre de Alfonso Almendros, el autor de esta historia extrema es su hijo Felipe, que rinde homenaje póstumo a su padre concediéndole la autoría de esta narración. Es realmente el padre elemento insustituible de la historia, porque los que aquí nos cuenta el badalonés, es su odisea personal para salir de una depresión en forma de agorafobia. La muerte accidental (por atropello) del padre y la enfermedad de la hermana (leucemia) de la que necesita parte de su médula son os problemas reales que le fuerzan a salir de su reclusión personal y afrontar el mundo.
En este viaje realiza una auténtica catarsis personal, las obsesiones del autor, sus fobias, sus recuerdos infantiles y nada agraciados de la niñez... mezclando los sueños con la realidad y con un surrealismo que no parece premeditado. Una auténtica y kafkiana Carta al padre. Un manual de autoayuda para el propio autor al que el lector accede como pudoroso "voyeur".
Esta desgarrada autobiografía se nos muestra visualmente de forma radical. Las estructuras clásicas de las viñetas saltan por los aires... los personajes, "naifs" y escasamente definidos, y sus acciones recorren como hormigas en desbandada por el blanco de la página. Brutal minimalismo... provocativo por momentos pues la feroz claridad del papel se impone impune sobre las tímidas figuras.
Aparcando el debate sobre las cualidades como dibujante del autor (él mismo enciende el debate, autoparodiándose cuando el protagonista -el mismo- critica un comic), utiliza recursos ¡ sorprendentes ! como la inclusión de estructuras geométricas (edificaciones principalmente) que rompen con el albedrío compositivo general, otro recurso interesantísimo es la reducción de las figuras, que según van argumentando van perdiendo partes del cuerpo hasta quedar en simples cabezas...
Superado el impacto visual inicial, encontramos una historia cuyo círculo se cierra con mucho ingenio, consiguiendo que se entiendan las primeras páginas, que pueden hacerse en principio ininteligibles... y no sólo por el shock formal.
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