Después de 30 años en los escenarios y con 19 discos a sus espaldas, se hace difícil seguir la carrera completa de estos inventores de ruido ordenado... a veces. Salvo los muy muy fieles, quien más quien menos se ha ido encontrando y desencontrando con ellos, pero siempre han estado ahí y son tan habituales (sobre todo en directo), que, paradójicamente hace que se pierda interés por ellos por la enorme maraña de novedades. Son más un clásico a descubrir por nuevas generaciones que una realidad actual.
Todo esto se viene abajo con este "The Eternal", que nos sitúa a los neoyorkinos de nuevo como referente de actualidad, con crítica y público desmenuzando el disco como si fuera la última y recién estrenada banda dispuesta a dinamitar los cimientos del rock. ¡ Como si retrocediérmos 30 años atrás vamos !
¿A qué se debe esta renovada expectación por un disco de Sonic Youth ? Pues se explica por sorprendernos con un disco directo, sin atajos, con el ruido habitual de la banda pero con mucha melodía. Dejan atrás experimentos sonoros de vanguardia para volver al ruido luminosos y contundente a la vez. Los poderosos riffs de guitarra sucia se ajustan a canciones de poco mas de tres minutos. Realmente la estructura de las canciones es totalmente pop, con estribillos pegadizos y coros tarareables pero el sonido que las viste, es el habitual. Ahí insisten con lo suyo, con su característica energía oscura en la que la tensión se va acelerando en parajes progresivos y psicodélicos a su manera.
El disco se abre con una auténtica declaración de intenciones "Sacred Trickster" condensa en dos minutos lo comentado. En “What We Know” o “Calming The Snake” enocntramos esa característica tensión rítmica con la batería machacona de Steve Shelley y el bajo de su nuevo fichaje, Mark Ibol (Pavement). También ocurre esto en "Poison arrow" donde a los ritmos marcados se sobreponen a una voz que... habla más que canta, recordándonos a Lou Reed en la etapa Velvet.
Pero no olvidan del todo los habituales caminos tortuosos de sonido atmosféricos, sobre todo al final del disco, con las evasivas "Walking blue" y "Massage the history" y antes con un inquietante medio tiempo "Antenna" que eleva la emoción, al igual que "Malibu gas station" aunque esta transita laberintos más trepidante.
Kim Gordon canta gran parte de las canciones y suma una guitarra más a las de Thurston Moore y Lee Ranaldo, aun así el caos está controlado, aunque las vocees de todos ellos se empeñen en desbordarse tanto con susurros unas veces, como con auténticos aullidos en otras ocasiones, todo encaja.
Un disco que engancha con "Goo" (1990) o "Dirty" (1992) y en e lque demuestran que pueden seguir experimentando, aunque no con vanguardias, sino dentro del género del cuatro por cuatro, volviendo a lo sencillo en estructuras pero dando rienda suelta a los sonidos. Esa es su forma de estar de nuevo de actualidad.