En la jornada del sábado, la luminosa tarde se abría con la "Huercasa Country Festival All Stars" banda creada para la ocasión en la que diversos músicos capitaneados por Jeff Spinoza y Francisco Simón (la dupla que lidera Red House), van intercambiándose en el escenario recreando clásicos del country en especie de improvisada "jam session", que cumplió como fondo musical en directo para la merienda campestre que sobre la hierba del campo de futbol de las Delicias (apropiado nombre), disfrutaba el variopinto y colorido público.
Para muchos el concierto más
esperado de la jornada y el que más tirón tenía, era el The Long Ryders,
banda que en los 80' formó parte del llamado nuevo rock americano y que se presentaban
el más que aceptable “Psychedelic Country Soul”, su primer disco en más de 30
años. Desgraciadamente el concierto de los californianos de L.A. se convertía
en gran fiasco del festival. Más que una decepción un auténtico desastre:
apáticos, sin energía, descoordinados, cada músico por su lado..., y no es
escusa que cada uno viva en una parte del mundo, que para preparar la actuación
con un mínimo de ensayos siempre hay tiempo y experiencia tienen. Lo intentó en
algún momento Steve McCarthy tirando de guitarra pero no salía nada... ni siquiera
la gracieta que hasta el aburrimiento intentaba hacer Sid Griffn ¡ y que no le
salía ! con el traductor de su móvil para decir ¡ por fin ! “si no conoces
nuestra música, pregúntale a tu abuelo”. Ni siquiera lo consiguieron con
el clásico con la que se despidieron "Loocking for Lewis & Clark"
que se sonó como un karaoke de barrio, el que casi ni cantó Griffin. Anunciaron
gira para noviembre... a ver si en garitos cambia la cosa, porque con esta
actitud...
Menos mal que Hayes Carll nos arregló la noche con su magnífica
actuación. El texano es uno de los principales baluartes del nuevo country, con
una afamada trayectoria en su país que abarca ya veinte años, y que es ahora
cuando aquí se le empieza a conocer... y a reconocer. Sobre todos por
actuaciones como esta en la que sobresalió interpretando un repertorio variado
en el que no faltó desde el country más puro hasta el folk más festivo
(imposible no bailar el sonido del acelerado violín), pasando por los medios
tiempos que caracterizan su último disco "What is it" y por las canciones
más intimas con la acústica como en la emotiva "Jesus and Elvis". Versátil
y experimentado al servicio de la que cada canción requería, ya fuera rodeado
de la muy compenetrada banda que le acompañaba, o sólo en el escenario como
hizo en el bis. Brilló sin necesidad de artificios, aparte de su voz y sus canciones
en una extensa actuación que el entusiasmado público trataba de alargar con
nuevas peticiones para que volviera con más canciones, que las hubo... pero
todo tiene su fin.... al menos hasta el año que viene.