Tras los terribles sucesos ocurridos en París días antes, lo primero, describir el ambiente
que se respiraba antes del concierto. Normalidad absoluta, con la gente
llenando los bares lindantes a la sala hablando de lo habitual... del curro, de
los colegas, el fin de semana que viene, el fútbol, los grupos que molan y los
que no... Música que va a seguir formando parte de nuestras vidas aunque
algunos no la entiendan como parte inherente a ella. Muchísima gente pues, y
buen ambiente para una jornada entre semana que no fue obstáculo para llenar la
sala.
A los de Nashville se les queda corta la etiqueta del rock sureño que les
acompaña desde sus orígenes, así lo han demostrados con "Bones" su
último disco y en los directos con los que lo presentan. La de miércoles fue
una noche de rock and roll a base de riffs aguerridos y ritmos contundentes,
para a partir de ahí mostrar con solvencia una variada gama de estilos entre el
blues más grasiento y la psicodelia más ruda pasando por country más
acelerado... ¡y hasta ritmos mas funkies al final del concierto!
La peculiar forma de cantar de Ben Ringel, se adaptó a cada estilo y... a
cada instrumento, pues junto con la forma de moverse incluso, parecía cohesionar
los momentos en que la guitarra sobre todo, pero también los teclados, tenían
su protagonismo. En cuanto al repertorio, tocaron casi completo su último
disco, destacando la inquietante "Sometimes I worry", la contundente
"Heavy hammer", la percusiva "Bones" o la introspectiva y
emocionante "My love" junto a las de su anterior disco, como las que
le da nombre "Death letter jubilee", "Chicago" o
"Boogie", además de "The chain" de Fleetwood Mac, la sorpresa
de la noche.
Un bis con el que los músicos exprimieron sus instrumentos y que acabó casi
en una fiesta tropical a base de ritmos de batería minimalistas pero
contundentes y las guitarras y teclados se dejaron llevar... y así nos fuimos
tras hora y media de actuación, dispuestos a más noches de derroche sonoro para
el disfrute... de la vida.