Se ha hecho esperar el tercer disco de este inclasificable trío madrileño, y es que es una banda que hace las cosas que menos te esperas: en conciertos, en canciones, en fotos y portadas de discos... Aparece así este "Grandes Tormentos" cuatro años después de "Podrida ser", un meritorio disco rebosante de ritmos y sonidos propios que les sitúa en vanguardia de la creatividad pop (a pesar de la escasa acogida).
Dan un paso adelante, no sin riesgo, forzando estructuras y sonidos para llevarnos a su terreno ¿Cuál es este?, cualquiera que no sea el anterior, por eso no se acomodan a la exuberancia de canciones como "Llevame a caballito D.F.", "Próxima parada: Quijada quemada" o "Calcetines rojos de la suerte" que forman el la rebosante columna vertebral de "Podrida ser", sino que, sin dejar esa línea, nos ofrecen canciones como "Pálpito", Sopita", "Bazofia" o "El rocanrol de Macramor" en las que al sonido exultante, se une ahora el riesgo de la disonancia, el síncope y el minimalismo en su versión colorista chirriante: con teclados de juguete, trombones y artilugios no identificables. Puede extrañar al principio... pero funciona.
Para que los árboles nos dejen ver este brillante bosque musical, en Rosvita son esenciales las letras, un elemento necesario para no quedarnos sólo en la estética sonora, sino además adentrarnos en unas estructuras que, aunque experimentales son realmente "pop": juegos de palabras, dobles sentidos, guiños a la cultura televisiva kitch y naif generacional... que funcionan en las canciones citadas.
Se echa en falta estas letras en las varias instrumentales que aparecen en el disco, "El miguitas", "El lavalava" o "Estrellármela" que adolecen de eso mismo, letras imaginativas que conexionen sonidos, aunque estos últimos siguan derrochando brillantez. En "El lavalava" por ejemplo consiguen mezclar en la misma coctelera los sonidos de la bosanova más actual con
Tampoco se olvidan de los sonidos densos que caracterizaron su primer disco de nombre homónimo que editaron en el ya lejano 2003, al abrir y cerrar el disco con "Penique" y "Perromono" donde los aires de postrock oscuro se imponen, aunque también se adaptan a la experimentos sonoros, sobre todo en las voces y en algunos toques jazzisticos.
Nada más que disfrutar tanto del disco, como sobre todo de los directos, y esperar a ver por dónde sorpreenden en el próximo.